Al igual que los cachorros, los niños pequeños (salvo algunas excepciones) son graciosos, juguetones y risueños. La emotividad positiva que emana un niño es como un letrero de neón que señala una posición ventajosa tanto para él como para los padres.
La evolución se ha encargado de que las emociones positivas sean un elemento crucial para el desarrollo de los niños. Cuando un niño experimenta situaciones negativas corre a protegerse, o, si no dispone de un lugar seguro y conocido en el que esconderse, se queda paralizado en donde está. Cuando vuelve a sentirse seguro y a salvo abandona su refugio y se enfrenta al mundo.
Actualmente se está hablando de que cuando experimentamos sentimientos positivos, éstos modifican formas de pensamiento y acción. Y estas nuevas formas de pensamiento y acción conlleva mayor emotividad positiva. Si tal proceso existe realmente, sus implicaciones para alcanzar una vida más feliz son enormes.
Los padres debemos incrementar las emociones positivas de nuestros hijos para iniciar una espiral ascendente que conduzca a mayores sentimientos positivos. Y también los padres debemos tomarnos en serio tanto las emociones positivas como las negativas de nuestros hijos, como también sus fortalezas y debilidades. La emociones positivas ampliarán y desarrollarán los recursos intelectuales, sociales y físicos de los que nuestros hijos dispondrán en su vida adulta.