La lectura no es una actividad pasiva, produce cambios anatómicos que favorecen la comunicación entre las estructuras encefálicas promoviendo el desarrollo cognitivo. En los niños, el entrenamiento en la lectura mejora la eficacia lectora y desarrolla el cerebro, sobretodo, el hemisferio izquierdo. Un cerebro adulto entrenado en el ejercicio de la lectura será capaz de compensar mejor el proceso degenerativo que se produce de manera natural a lo largo de los años. Durante la lectura de un relato, el cerebro recurre a simulaciones mentales de percepciones de la realidad y a secuencias de movimientos de modo que se activan regiones cerebrales similares a las que reaccionan al ejecutar las acciones reales. Nada mejor que tener en casa un variado material de lectura; la puerta de entrada puede ser una revista, un cuento o una novela. Lo importante es que estén al alcance de los niños. Si no los tienen porque pensamos que no los leerán, seguramente no los leerán.
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