1.- El ser capaz de elegir el ser o no ser emotivo. Incluso el Dalai Lama dice que no se puede elegir de dónde nace el impulso de la emoción, esto es automático, pero lo que se puede desarrollar es la capacidad de darse cuenta de que nace el impulso antes de que se actúe, es decir, que hay un espacio entre el impulso y la acción. En casi todos nosotros este espacio es muy pequeño, pero se puede ir ampliando para adquirir esta capacidad, aunque sea en ocasiones para decir “no quiero responderte con enfado a tu enfado, o voy a hacer esto y no me va a superar la sensación de miedo”. Es difícil, porque se está actuando en contra de la naturaleza, pero es posible entrenarlo.
2.- Es cuando fluye una emoción pero podemos elegir cómo va a ser nuestro comportamiento. Imaginémonos en esta situación: Regreso del trabajo y mi pareja me dice enfadada que me he vuelto a olvidar de hacer la compra. Yo pienso: he hecho la compra y está ahí ¿Por qué se enfada? ¿Cómo voy a comportarme para expresar mi enfado, de forma que maximice la intención del enfado para mi pareja y para mí? ¿Se puede elegir esto? El impulso natural, desgraciadamente, cuando se está enfadado es herir a la persona con la que se está enfadado y eso hace que se destruya todo y las cosas vayan a peor. Lo que hay que intentar hacer es dirigir el enfado hacia la acción que ha herido no hacia la persona.
Estas dos capacidades son difíciles y hay que trabajarlas de manera continuada, pero mejoran la vida.
3.- Es aprender a ser más sensibles a las emociones de otros. Si tengo una emoción que es completamente visible en mi cara o en mi voz, no hace falta aprender a reconocerla, pero a menudo las emociones que expresan los demás se esconden o son tan sutiles que no se ven y puede ser difícil comprenderlas o darnos cuenta de ellas. Hay herramientas que enseñan a reconocer y a saber automáticamente cómo se siente la otra persona, incluso si ellos no saben cómo se sienten. Es lo que puede hacer que unas personas parezcan más empáticas que otras. Se puede aprender a reconocer las emociones en los demás.
4.- Es ser capaz de reconocer el engaño. Somos poco hábiles a la hora de detectar la mentira en el otro. Imaginémonos en una fiesta: Todos están sonriendo y hablando, en apariencia todos parecen estar pasándoselo bien. Sus caras expresan emociones de alegría. Sin embargo, podría haber algunos invitados que por conveniencia social exhiban una sonrisa y no experimenten esa emoción. Nos dejamos guiar por las expresiones emocionales considerando que por el hecho de ser automáticas no pueden ser generadas voluntariamente. Pero a todos nos ha pasado esto alguna vez, en algún momento hemos fingido una emoción que en realidad no sentíamos sólo por conveniencia social.