Actualmente está muy de moda los mapas del cerebro. Sin embargo, las neuronas compiten constantemente por hacer nuevas conexiones. Se han dibujado muchos mapas que emparejan cada región del cerebro con la función que controla: un área para el habla, otra para las destrezas espaciales, etc. No obstante, los cambios en las señales medioambientales que se reciben modifican continuamente las fronteras.
Es decir, cada uno de nosotros tendría un mapa preciso del cerebro diferente, que además iría cambiando con el tiempo. Las conexiones que reciban señales de partes frecuentemente usadas del cuerpo se expandirán y se quedarán con una zona mayor que las que reciban señales de partes de uso infrecuente. Pero hay más, el cerebro es muy plástico, y cambiante, de tal modo que nuevos aprendizajes pueden conllevar cambios en las conexiones neuronales.
La capacidad del cerebro de modificar sus conexiones significa, en un principio, que puede recuperarse de las lesiones que sufra.
Es asombrosa la plasticidad del cerebro. En el pasado se creía que las dificultades ocasionadas por las lesiones cerebrales eran permanentes; una vez moría una región del cerebro, la función que controlaba desaparecía para siempre. Actualmente, sabemos que la reconexión es posible a lo largo de toda la vida. Es una buena noticia para las personas que sufren pérdidas funcionales tras una lesión a nivel cerebral. Lo que sí ocurre es que tardan en formarse y fortalecerse nuevas conexiones. Las personas que tras una lesión cerebral pierden la capacidad de hablar, circuitos vecinos o neuronas de zonas no dañadas intentan hacerse cargo de la función perdida y la compensan. Estas nuevas zonas serán menos eficientes para el lenguaje, con lo que su habla nunca será natural o fácil, pero será, y con ello tendrá la posibilidad de comunicarse. Por ello es tan importante conocer cómo funciona nuestro cerebro, ya que podríamos necesitar desarrollar nuevas conexiones para suplir posibles pérdidas funcionales.