Si de repente notamos que tenemos cierta dificultad para mover una parte de nuestro cuerpo o si experimentamos dificultades para expresarnos verbalmente o comprender lo que nos están diciendo, necesitamos ayuda médica urgente, ya que son los síntomas típicos de que estamos sufriendo un daño cerebral.
En días anteriores hablamos del movimiento, y el mismo es parte esencial para un buen funcionamiento del lenguaje y la comunicación. Mucho antes de que los niños empiecen a hablar éstos ya dominan el uso del contacto visual, las expresiones faciales y la gesticulación para comunicarse.
Se sabe que los niños hacen ciertos gestos antes de que puedan decir las palabras correspondientes. Un niño dice adiós con las manos y menea la cabeza para decir no antes de que diga las palabras “adiós” o “no”. Por lo tanto, la necesidad de comunicación aparece antes que el propio lenguaje expresado.
Ante dos informaciones contradictorias, por ejemplo, un gesto que significa que nos acerquemos y una información verbal que nos dice que no nos acerquemos, tendemos a hacer caso al gesto en un primer momento. También nos sentimos confusos cuando viajamos y vemos gestos que son contrarios en significado a lo que estamos acostumbrados (por ejemplo cuando el movimiento de cabeza de arriba abajo significa un “no”, y no el “si” al que estamos acostumbrados). Los gestos son importantes para la comunicación. Y estos gestos pueden verse alterados por problemas del movimiento (ciertas apraxias, como veremos cuando profundicemos en el movimiento).
Pero la relación entre el movimiento y la comunicación no acaba aquí, ya que es necesaria una adecuada capacidad motriz para el habla. Las dificultades de comunicación como ciertos casos de tartamudez proceden de ahí. Las secuencias complejas de movimientos del rostro, la lengua y la laringe requieren que se seleccionen movimientos muy precisos. En ocasiones, los pacientes presentan lo que se ha dado en denominar una disartria, un trastorno motor del habla que dificulta el uso o control de los músculos de la boca, la lengua, la laringe o las cuerdas vocales.
La disartria ocasiona problemas para producir ciertos sonidos o palabras. Su capacidad para expresarse se encuentra reducida mostrando una mala pronunciación, o cambios en el ritmo o velocidad del habla. Pueden tener dificultades para controlar la saliva y tener problemas para masticar y deglutir, pudiendo costarles mucho el movimiento de los labios, la lengua o la mandíbula.
Por otro lado, el movimiento también es clave en la capacidad de escritura, como veremos en un caso visto en consulta.
Seguimos constatando cómo una mínima alteración en una parte de nuestro cerebro puede afectar a nuestro desenvolvimiento en distintas situaciones. De cómo el movimiento es necesario tanto para desplazarnos como para hablar o escribir. El cerebro es un todo.