La mayoría de la gente asocia la función motriz a los brazos y a las piernas, y a la actividad física, como si fuera una función mecánica del cerebro. Pero cada vez hay más indicios de que el movimiento es crucial para cualquier otra función, entre ellas la memoria, la emoción, el lenguaje y el aprendizaje. Nuestras funciones cerebrales que denominamos “superiores” han evolucionado a partir del movimiento y siguen dependiendo de él.
Imaginemos que estamos en el sofá del salón y un amigo nos pregunta: “¿Cuántos estantes hay en el armario alto de la cocina?”. Entonces, nos visualizamos a nosotros mismos andando hacia la cocina, volviendo la cabeza hacia el armario, abriendo la puerta e inspeccionando los objetos que hay dentro, arriba y abajo, para poder así centrarse mejor y decir cuántos estantes hay realmente. Y entonces das una respuesta, por ejemplo “cuatro”. Para llegar a esa respuesta no se mueve del sofá ni mueve un músculo. Pero ha usado programas motrices que recrearon los movimientos de entrar en la cocina, abrir la puerta del armario y barrer con la vista de arriba abajo. Su cerebro crea imágenes motrices sin moverse en realidad.
Según investigaciones recientes para crear esa experiencia se usan las mismas regiones cerebrales que se habrían usado si se levantase y lo hubiese hecho físicamente: la corteza parietal, frontal y occipital.
A su vez, los neurólogos han encontrado pruebas de que el cerebelo, que coordina los movimientos físicos, coordina también el movimiento de los pensamientos. Así como ordena los movimientos físicos necesarios para atrapar una bola, desempeña un papel en la secuencia de pensamientos necesarios para visualizar la cocina, crear un argumento o inventar una melodía.