Para poder comprender qué ocurre en el cerebro no es tan importante saber “dónde ocurre” (todos sabemos que es en una zona del cerebro) sino más bien “qué es lo que pasa”, “cómo ocurre”, “por qué ocurre”.
Consideremos el simple acto de sonreír, algo que todos hacemos a diario en situaciones de relación social. Siempre nos resulta más fácil sonreír espontáneamente por ejemplo, ante el encuentro de un amigo, que sonreír para hacernos una fotografía, es decir, bajo orden. Nuestra sonrisa es diferente, ¿por qué? La razón es que estos dos tipos de sonrisa están controlados por dos zonas diferentes del cerebro.
La sonrisa espontánea se genera en zonas internas del cerebro (en los ganglios basales: grupos de células situadas entre la corteza superior y el tálamo). Cuando vemos la cara de un amigo, esa visión acaba llegando al centro emocional del cerebro (el sistema límbico) y de ahí parte a los ganglios basales que orquestan la secuencia de actividad de los músculos faciales para que aparezca una sonrisa natural.
Sin embargo, cuando un fotógrafo nos dice que sonriamos para hacernos una fotografía, las instrucciones del fotógrafo son recibidas y comprendidas por otras partes del cerebro, en este caso la corteza (zonas auditivas y centros del lenguaje, y de ahí se retransmiten a la corteza motora que está especializada en producir movimientos voluntarios que requieren habilidad), y producimos la sonrisa “no auténtica”.
Este conocimiento se obtuvo del estudio de pacientes con lesiones cerebrales. Muy de vez en cuando, nos encontramos con un paciente en el que sus familiares o amigos expresan que sonríe con la mitad de la cara, y sin embargo cuando se le pide que sonría lo hace con una sonrisa simétrica. O por el contrario, pacientes que ante amigos y conocidos expresa una sonrisa auténtica, y, sin embargo, si se le pide que sonría expresa una sonrisa con la mitad de la cara.
Ahora sabemos el por qué. Sin embargo, estas y otras situaciones, pueden desconcertar al paciente y a sus allegados, hasta el punto de considerar avances o retrocesos ante situaciones que no son así.
Por ejemplo, ante el acto de bostezar. Muchas personas que tiene paralizada una parte del cuerpo, no pueden moverla a voluntad. Sin embargo, cuando uno de estos pacientes bosteza ¡estira espontáneamente los dos brazos!, sorprendiéndoles a ellos mismos. Esto es posible porque lo que controla el movimiento de los brazos durante el bostezo es una ruta estrechamente relacionada con otras partes del cerebro (los centros respiratorios del tronco encefálico).
Para el conocimiento en profundidad de cómo funciona el cerebro de un paciente, lo primero antes de establecer un diagnóstico es conocer ¿Cómo percibe y capta el mundo que le rodea?, ¿De qué somos conscientes?
Ser consciente neurológicamente de uno mismo es el más importante de los primeros pasos que podamos dar.